En el susurro de la lluvia se revela un poema eterno, donde cada gota se convierte en verso y cada charco en un reflejo del alma. La lluvia, con su danza suave y melancólica, desciende del cielo como una sinfonía de susurros, lavando el polvo de los días y acariciando la tierra con una ternura inasible. Es el ritmo de la naturaleza que recita sin cesar, narrando historias de sueños mojados y esperanzas renacidas.
El primer poema de nuestra selección pertenece a Vicente Aleixandre (1898- 1984), poeta español de la llamada generación del 27, ganador del Premio Nobel de Literatura en 1977.
LLueve
En esta tarde llueve, y llueve pura
tu imagen. En mi recuerdo el día se abre. Entraste.
No oigo. La memoria me da tu imagen sólo.
Sólo tu beso o lluvia cae en recuerdo.
Llueve tu voz, y llueve el beso triste,
el beso hondo,
beso mojado en lluvia. El labio es húmedo.
Húmedo de recuerdo el beso llora
desde unos cielos grises
delicados.
Llueve tu amor mojando mi memoria
y cae y cae. El beso
al hondo cae. Y gris aún cae
la lluvia.
Sin dudas la lluvia, con sus ritmos y melodías ha inspirado a cientos de escritores a crear maravillosas obras.
Desde los versos de los poetas más ilustres hasta los susurros íntimos de quienes encuentran consuelo en su canto, la lluvia ha inspirado una infinidad de poemas. Ella es la musa que despierta la nostalgia y el anhelo, transformando el cielo gris en un lienzo de emociones profundas y reflexiones íntimas. En cada estrofa dedicada a la lluvia se esconde un eco del corazón humano, un anhelo por el abrazo de lo sublime y lo efímero.
El siguiente corresponde a un poema de César Vallejo (1892-1938), titulado LXXVII. César Vallejo fue un poeta y escritor peruano. Es considerado uno de los mayores innovadores de la poesía universal del siglo XX y el máximo exponente de las letras en Perú.
LXXVII
Graniza tanto, como para que yo recuerde
y acreciente las perlas
que he recogido del hocico mismo
de cada tempestad.
No se vaya a secar esta lluvia.
A menos que me fuese dado
caer ahora para ella, o que me enterrasen
mojado en el agua
que surtiera de todos los fuegos.
¿Hasta dónde me alcanzará esta lluvia?
Temo me quede con algún flanco seco;
temo que ella se vaya, sin haberme probado
en las sequías de increíbles cuerdas vocales,
por las que,
para dar armonía,
hay siempre que subir ¡nunca bajar!
¿No subimos acaso para abajo?
Canta, lluvia, en la costa aún sin mar!
Vicente Aleixandre: El Premio Nobel de literatura le consagró como uno de los grandes poetas del Siglo XXI.
El último poema que seleccionamos en esta oportunidad pertenece al argentino Jorge Luis Borges (1899-1986). Borges fue un escritor, poeta, ensayista y traductor argentino, extensamente considerado una figura clave tanto para la literatura en habla hispana como para la literatura universal.
La lluvia
Bruscamente la tarde se ha aclarado
Porque ya cae la lluvia minuciosa.
Cae o cayó. La lluvia es una cosa
Que sin duda sucede en el pasado.
Quien la oye caer ha recobrado
El tiempo en que la suerte venturosa
Le reveló una flor llamada rosa
Y el curioso color del colorado.
Esta lluvia que ciega los cristales
Alegrará en perdidos arrabales
Las negras uvas de una parra en cierto
Patio que ya no existe. La mojada
Tarde me trae la voz, la voz deseada,
De mi padre que vuelve y que no ha muerto.
Al sumergirnos en estos poemas, nos adentramos en un mundo donde la lluvia no solo humedece el suelo, sino también el espíritu, regalándonos la oportunidad de explorar la belleza de la vida bajo un manto de lágrimas celestiales. La lluvia, en su simplicidad, se convierte en la melodía de lo eterno, en la poesía del presente que siempre nos invita a detenernos, a escuchar y a soñar.