Miles de muertes al año en el mundo son causadas por un fenómeno muchas veces tildado como el "asesino silencioso", ya que no podemos verlo ni oírlo. Se trata de las famosas olas de calor extremo, cuyas probabilidades de ocurrencia se han quintuplicado en los últimos años. En comparación, si el hombre no influyera en el clima, tendría lugar una cada cincuenta años. De mantenerse la situación actual, hasta un tercio de la población mundial podría verse sometida a temperaturas promedio que hasta ahora solo se registraban en el 0,8 por ciento de la superficie terrestre, principalmente en el Sahara.

Estos son algunos de los datos recolectados en el último informe realizado por la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios de las Naciones Unidas (OCHA) y la Federación Internacional de Sociedades de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja (IFRC), publicado a pocas semanas del inicio de la La Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático de 2022, más comúnmente conocida como COP 27, que se celebrará en Egipto del 6 al 18 de noviembre.

Eso significa que las poblaciones de varias regiones de Sudamérica, África y Asia, verían en peligro su salud, hasta el punto de que, según las estimaciones, las olas de calor podrían causar a finales del siglo actual índices de mortalidad comparables a los de los fallecimientos por cáncer o enfermedades infecciosas, unas cifras increíblemente altas. También se hallan particularmente amenazadas la cuenca mediterránea, los estados del sur de Estados Unidos y gran parte de Oceanía.

Las olas de calor más recientes, que afectaron a Europa en 2003 y a Rusia en 2010, causaron un exceso de mortalidad que alcanzó las 70.000 y 55.000 defunciones, respectivamente. Esto es debido a que el cuerpo humano no está adaptado para vivir a temperaturas demasiado elevadas: a partir de 37° C, la sangre se espesa, el corazón bombea con más fuerza y algunos órganos pueden sufrir daños. A medida que las temperaturas y la humedad aumentan, la deshidratación y los esfuerzos del cuerpo por enfriarse se intensifican, lo que puede desembocar en un golpe de calor, que en muchos casos puede resultar mortal.

Ola de calor sufrida en la India (Redes sociales).

Los académicos coinciden en que no hay ningún fenómeno meteorológico extremo que no pueda vincularse con seguridad al cambio climático. Por lo tanto, la conclusión es que las olas de calor producidas en la última década habrían sido altamente improbables de no ser por la influencia de las actividades humanas en el sistema climático. Así como hoy el riesgo de que se produzcan se ha quintuplicado, en caso de que la temperatura se elevara unos 2°C serían 14 veces más frecuentes; y si se aumentara 4°C, el riesgo se multiplicaría por 40, lo que equivaldría a cuatro olas cada cinco años.

El problema, aparte de los efectos directos sobre la vida de las personas, serían además los efectos "en cascada". Por ejemplo, la agricultura es sin duda uno de los más vulnerables y complejos. Si bien el aumento de las temperaturas traerá consigo beneficios en las cosechas de algunas regiones del planeta, también pondrá en grave peligro algunos cultivos básicos como los de maíz y otros cereales. También son especialmente vulnerables algunas infraestructuras, como las hídricas o sanitarias, los transportes, las redes eléctricas y las telecomunicaciones, lo que agrava la mortalidad y los efectos nocivos para la salud.

Las olas de calor afectan los cultivos de todo el mundo (Redes sociales).

El informe concluye indicando que "las olas de calor no deberían abordarse principalmente como una cuestión humanitaria", sino adoptando planes de adaptación y protección de la población. Además, indica que también será necesario revisar las políticas de ayuda a los más vulnerables: En Argelia, por ejemplo, se ha puesto en marcha un programa que financia el desempleo de las personas que no pueden trabajar debido a los fenómenos meteorológicos extremos, como las olas de calor. En la India, la Agencia Nacional de Gestión de Catástrofes trabaja en más de 23 estados y 100 ciudades para implementar planes de acción con el objetivo de mitigar los efectos de las olas de calor en la población.

El artículo define estas estrategias como "protección social adaptativa", es decir, sistemas flexibles que pueden adaptarse a las necesidades, la zona de influencia y las distintas realidades. En un mundo más cálido, "la necesidad de prepararse es ineludible", concluyen los autores del informe.